Según Unicef, hay 5,6 millones de niños pobres en la Argentina

De ellos, 1,3 millones pasan hambre; es peor en hogares con desempleo o baja educación.

Casi la mitad de los chicos argentinos son pobres. De acuerdo con la proyección a todo el país que realizó Unicef para el último trimestre del año pasado, sobre la base de datos del Indec, hay 5,6 millones de chicos en la pobreza, de los que 1,3 millones sufren directamente hambre.

Pero los expertos no pusieron sólo el foco en el número de pobres por ingresos, sino que buscaron ir más profundo para saber tres cuestiones fundamentales: cuáles son las desigualdades existentes dentro de la misma pobreza, cómo impactan las transferencias monetarias (por ejemplo, la Asignación Universal por Hijo) y cuán sensibles son los indicadores monetarios de pobreza a los vaivenes de la economía, léase a los movimientos de los ingresos y la inflación.

«Si se segmenta la población de niños en tres grandes grupos de edad se observa que la incidencia mayor de la pobreza se verifica para el grupo de 13 a 17 años (51%), seguido por el grupo de 5 a 12 años (48%) y de 0 a 4 años (45%)», explica el estudio. Las disparidades entre sexos, en tanto, son menores, señalaron los especialistas. No obstante, los varones tienen tasas de pobreza más elevadas, excepto en el grupo de 0 a 4 años, en el que hay una «clara desventaja» para las niñas.

La pobreza en los hogares es más o menos profunda, según las características del jefe o de la jefa de hogar, según el estudio de Waisgrais y Paz. «Si bien la pobreza afecta al 47,7% de los niños, la tasa aumenta al 85% cuando el niño reside en un hogar cuyo jefe o jefa está desocupado, al 64% cuando es inactivo o al 65% cuando es asalariado informal», concluye el documento. «La pobreza infantil también es mayor en hogares donde la jefa es mujer (55,3%), el jefe o la jefa tiene un bajo nivel educativo (72,5%) o es menor de 25 años (51,6%)», agrega.

«La AUH reduce la pobreza en todos los casos, pero mucho más la pobreza extrema que la pobreza en general», afirmó Paz. «Se puede decir que saca mucha más gente de la indigencia que de la pobreza», agrega. Según el informe de Unicef, las transferencias monetarias a los hogares reducen en un 30,8% la pobreza extrema y en un 5,6% la pobreza general. Con esta tendencia coinciden también los datos de la Universidad Católica Argentina, que, sin embargo, usa su propia muestra para su encuesta, su metodología y sus canastas de precios.

Según la oficina de las Naciones Unidas para la infancia, la pobreza se reduce casi a la mitad -gracias a estas transferencias- entre los niños que viven en hogares cuyos jefes y jefas son trabajadores informales. No obstante, prácticamente no cambia en los hogares donde el jefe tiene un trabajo formal. «También genera reducciones significativas en hogares con jefaturas femeninas y bajo nivel educativo», estima el documento de Unicef. «La AUH es un gran aporte. Pero si se mira la heterogeneidad dentro de la pobreza, se puede focalizar aún mucho mejor», dijo Waisgrais.

Unicef hizo además lo que denominaron un «análisis de sensibilidad», ya que la medición de la pobreza en los niños -explicó Waisgrais- muestra «mucha volatilidad» sin relación con temas estacionales o muestrales. Por ejemplo, entre el segundo y el cuarto trimestre de 2016 pasó de 50,9 a 47,7 por ciento.

«El ingreso promedio del 20% más pobre de la población es de $ 7800 y por debajo de ese ingreso familiar se encuentra el 96% de los niños en la pobreza extrema. Esto conduce a predecir que cualquier modificación positiva respecto de la línea de pobreza extrema, por aumento de ingresos o por reducción del valor de la canasta, provocaría una gran reducción» de esa pobreza, indicó Unicef.

La Nación

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